miércoles, 26 de noviembre de 2008

Que se coma tres potreros llenos de... o ¡toma tu trabajo c... h...p...!

Esperaba la entrada, el aire de superioridad, las palabras que diría, las preguntas imbéciles, el ambiente pesado, el corazón latiente y la sonrisa del estúpido mientras su desvergüenza nos convertía a todos en ratoncitos... Nos pisaba la cola, aseguraba en nosotros la imagen de torre intocable y partía dentro de un halo de confianza. Sin embargo, esperaba oponer resistencia, esperaba no achicarme y no volverme un manojo de rabia e indignación. Me convertí en eso por idiota.
Lo comprendo, ha tenido reconocimientos, sabe que es importante, sabe hasta dónde se llegaría por él. Sin embargo, yo no puedo admirarlo, yo no puedo rendirle pleitecía porque no me convencen sus palabras, no me convence su aspecto cool, no me convence su exigencia irracional, no me convence su humanidad invisible, no me convence porque los dioses no existen y porque las estatuas no hablan.
No pretendo un cultivo de superhumanos que sean un ejemplo en todo, porque el mundo sería horrible. Tampoco pretendo que avalen la mediocridad y que bajen la exigencia... Por más que intento no puedo librarme de los valores mínimos que me han enseñado, ni de los oscuros conocimientos pedagógicos que llevo grabados en contra de mi voluntad, por eso pretendo consecuencia y respeto; lo mínimo.
No esperaba la sensación de una bala en el orgullo insignificante, no esperaba la sensación de injusticia adolescente, no esperaba el capricho odioso de quinceañera, pero sí esperaba la indiferencia sobre su pedestal.
Todavía lo pienso y me da miedo, pero aún afirmo que si lo viera se lo diría todo en la cara. En ese caso, las palabras que saldrían de mis labios no serían más que vómito risible para él, eso es lo peor. Si por lo menos algo le importara... Luego, cuando la risa le permitiera hablar, no diría más de siete palabras apenas audibles: "problema suyo, fecha límite cinco de diciembre". Entonces el ratón se volvería mosquito, tal vez zancudo o algo menos molesto; un marranito enrollado.
Intenté comérmelo todo, intenté mantener atrapado al justiciero cazarecompensas que llevo dentro y no lo logré. Apenas salí de esa habitación recuperé mi forma habitual de persona y lo decidí; seguramente hay una forma de arreglar esto, debe haber alguna forma de saltarse la medida arbitraria... Seguimos el procedimiento regular; le pedimos una cita. Respondió 24 horas después, muy tarde... ya estábamos en el paso siguiente. La autoridad "popular" nos autorizó la carta respetuosa, directa y sincera que hicimos llegar a su oficina y a la de su superior -si es que para él existe un superior. Ya pasaron 24 horas y no responde... ¡No responde! Creo que me quedé sola en la pelea y merezco aunque sea una respuesta. Podrían ser las siete palabras que me darían dos pistas: que debo tragarme la indignación, pero que puedo seguir adelante con una prueba más. La otra respuesta, la que lo arreglaría todo, es lejana, borrosa e imposible... como lo que él pide.
Me indigna y me parece injusto cuando el presidente pasa por encima de las reglas, me indigna y me parece injusto cuando tengo que salir a la calle porque en la calle no hay ley ni humanos, me indigna y me parece injusto que nos traten como a vacas, pero no hago nada porque simplemente no es posible, no hay con quién quejarse, no hay nada qué hacer. Yo creía que en mi pequeña burbuja de erudición las posibilidades no estaban rotas... Ahora tampoco quiero ser parte de ella.
Elle a dit: "tout n'est qu'une illusion" et elle a raison, je suis d'accord. Est-ce que l'on doit écrire du passé avec des allusions au présent quand on n'a point avancé ?
Pardon, mais je dois exprimer mon indignation car je ne suis pas capable d'accepter les injustices, et si j'ai l'espace pour dénoncer, je le ferai.